Oct 25, 2021 / 10:25

Ella viajó hacia la luz

Desde la parroquia

Mar Morales

Me sentaba ahí, casi en la banqueta, en el pequeño escalón que tenía la entrada de la casa situada en Framboyanes 79 (ahora Juan Pablo II).

No tendría más de cinco años pero lo recuerdo como si fuera ayer.


Ella se sentaba junto a mí y matábamos hormigas, recolectábamos flores y comíamos guajes.


Era una mujer humilde, mi tía, hermana de mi madre , que había salido del pueblo con cinco hijos que debía mantener. Pero cosía y cocinaba como nadie lo ha hecho ni hará en la vida.


Recuerdo que me sentaba en la cocina integral de aquella casa grande y hermosa que me vio nacer para enseñarme a hacer el mole, los tamales, los chiles rellenos.


Los aromas de esos ingredientes me transportan aún después de tantos años al paraíso que eran esas comilonas con sabor a hogar.


Nunca la vi cansada.


Cuando llegaron los nietos fue criando uno a uno. Lo mismo con los bisnietos.


Sentarnos en la mesa alrededor de Menita era un agasajo. La familia crecía y crecía y su gran amor hacia cada uno la hacía brillar cada vez más.


Siempre fue un ser de luz que nos hacía reír a carcajadas y nos daba el consejo oportuno. Debo confesar que ante alguna contrariedad de la vida, voltear a ver su cabeza blanca y sus enormes ganas de vivir me hacían sentirme pequeña, absurda y temerosa, porque poseía una fuerza y una sabiduría que les juro, pocos tienen y pocos tendrán.


Sin una pierna, amputada hace años a causa de su diabetes, Menita no se rindió jamás.


La última vez que la vi me atreví a darle un beso en su frente y la abracé con fuerza, sintiendo su calor, su aroma que hoy, aquí al escribir, permanece conmigo.


Por la pandemia había procurado no tenerla tan cerca por miedo a llevarle el virus. Pero ese día la abracé. Fue nuestra despedida.


Siempre le dije y nunca entendió que no creo en los velorios porque para mí la vida es eterna y llorar a quien nos deja en este plano es injusto, inhumano, sobrenatural.


Es aceptar que la muerte venció y que existe el fin y yo no creo en los finales ni en la separación de quien tanto amo y quien tanto nos amó.


No entendió jamás por qué no quise ver a mis padres dentro de una caja ni despedirme de ellos antes de ser incinerados.


Seguro no entiende que no quiera llorar en su morada final.


¿Cómo llorar a quien vivió envuelta en la magia, en quien fue la magia, en quien será magia ahora en la eternidad?


Hoy mi Menita, nuestra Menita viajó a la luz.


Vuela alto, sin duda, en un camino de flores, con su mirada sencilla, con su expresión noble, con sus dos ojos castaños que por fortuna, por bendición y por designio, están viendo el rostro del creador.

CD/YC

* Las opiniones y puntos de vista expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de Cambio Digital.

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