Jun 13, 2023 / 10:42

La derrota es huérfana

***Napoleón lo dijo: “La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana”. Cuando se pierde en una contienda electoral salen decenas de personas a decir: te lo dije, desde que vi tal cosa sospeche, si hubieran hecho lo que comenté otro gallo nos cantara. Ah, pero si hubieran ganado, ganaron por mí, lo que hice fue lo que dio la victoria, todos son los ganadores.

En el Estado de México la única que salió a aceptar la derrota fue la candidata de la coalición (PRI-PAN-PRD) Alejandra del Moral. De ahí en fuera es una de echarse la culpa entre unos y otros acusándose de provocar la derrota del pasado domingo 4 de este mes.

La excandidata a la gubernatura del Estado de México llamó a la unidad del PRI y adelantó que se vienen “tiempos difíciles” para el partido tricolor.

La excandidata de la alianza ‘Va por el Estado de México’ (PRI-PAN-PRD-Nueva Alianza), Alejandra del Moral Vela, asumió la responsabilidad por la derrota sufrida ante la morenista Delfina Gómez Álvarez durante las elecciones por la gubernatura de la entidad del pasado 4 de junio.

“Yo tengo la estatura política para decirles a todos, frente a ustedes, que la principal responsable de esto se llama a Alejandra del Moral, yo fui la comandante, yo fui la candidata, yo fui quien tomó las decisiones Y yo asumo mi responsabilidad”.

“Así es que hoy quiero pedirles, no hay nada más importante que la unidad del PRI, nos necesita; hay un millón 750 mil personas que creyeron en el PRI, ese es el que me tiene frente a ustedes”, dijo.

Este llamado viene luego de que la excandidata mostrara su respaldo al gobernador saliente Alfredo del Mazo Maza, quien ha sido acusado por la dirigencia del partido tricolor de supuestamente haber traicionado al Revolucionario Institucional durante las elecciones.

Por ejemplo, en las democracias contemporáneas acaba funcionando siempre un principio de dualidad, algo que no es el bipartidismo, pero se le acaba pareciendo mucho. En esta dinámica influyen muchos factores, y, además, lo hacen en planos diferentes, casi irreductibles. Hay ocasiones, por ejemplo, en que el éxito de unos depende de manera decisiva del atractivo de su líder, mientras que en otras ocasiones el líder es casi irrelevante. En algunos casos, lo decisivo puede ser una atmósfera cultural o una percepción social más o menos extendida de que todo puede ir a peor o, por el contrario, de que las cosas marchan bien (esto no es lo más común, por cierto), y da casi igual quién sea la persona que le pone cara a la tendencia. Cuando la victoria se ha decantado es fácil, sin exagerar, ver qué es lo que ha resultado decisivo, pero sigue siendo difícil sacar enseñanzas generales o, mejor dicho, hacerlo sin que las consejas resulten banales o contradictorias. Tal vez lo único que se pueda afirmar con certeza es que las políticas y los políticos se agotan, y acaban por perder las elecciones, salvo que desde el poder consigan acabar con la democracia para convertir su magistratura en permanente. Esto no suele pasar en algunas partes, pero en otras es bastante frecuente, y que cada cual piense en cómo está el patio a su alrededor.

Los políticos tienden a guiarse de manera bastante instintiva y con mucha frecuencia desdeñan las teorías y los análisis, y no lo hacen solo por la vanidad de atribuirse los méritos, sino porque están convencidos del papel que siempre juega Fortuna, y tienen miedo de irritar a esa diosa si se abisman en consideraciones demasiado pretenciosas. Por ejemplo, si el actual presidente del gobierno español se hubiese parado a pensar lo ocurrido en las últimas elecciones habría tenido que irse a casa, y eso suele ser lo último que está dispuesto a hacer un político, de manera que ha hecho lo que todo el mundo ha podido ver, dar la sensación de haber obtenido una victoria rutilante y ponerse a amarrarla al precio que fuere.

La actitud de no mirar hacia atrás es en parte explicable cuando el éxito ha acompañado, pero es suicida en el caso de derrota. Dicho de otra manera, para estar en condiciones de alcanzar el poder que se ha perdido es imprescindible comprender con acuidad y suficiencia qué es lo que ha hecho inevitable la derrota, aunque, por desgracia, resulte más cómodo y frecuente echarle la culpa a un buen número de imponderables externos tales como las crisis económicas, los errores de comunicación, la división entre fuerzas similares etc., lo que tiende a confundir las causas con los efectos.

CD/YC

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