Abr 13, 2023 / 18:26

Cuitláhuac y la nostalgia por el circo

Leonardo Ruiz

¿En qué piensas cuando escuchas hablar sobre el gobernador Cuitláhuac García?

Si esta pregunta no se refiriera exclusivamente al mandatario en turno, sino a cualquiera de aquellos que ocuparon el cargo en las tres administraciones pasadas, contando desde Fidel Herrera hasta Miguel Ángel Yunes, pasando por Javier Duarte, la respuesta a menos que la conveniencia esté involucrada, no escondería sorpresas, al menos en lo referente a su desempeño, pues los tres son personajes oscuros por decir lo menos.

Para la realización de esta columna hice un pequeño ejercicio informal con personas de distinta ideología, simpatía partidista, hombres y mujeres en general, interesados y no interesados en la política respecto a su opinión sobre el gobernador veracruzano, eso sí, debo reconocer que esta pequeña “muestra” se dio en su totalidad en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, por lo que en su mayoría nos enfocamos ahí.

En gran medida, las respuestas no me sorprendieron, corroboré que en su gran mayoría está instalada la opinión positiva respecto a las virtudes más evidentes del gobernador, las cuales yo considero fundamentales, mínimas, para un trabajo de gobierno efectivo, respetuoso del pueblo, que tome distancia de los vicios pretéritos, los cuales hasta el 2018 eran la regla en la administración pública.

Lo que escuché más reiteradamente fueron opiniones positivas sobre su honestidad, que “no se ve corrupto”, sobre lo buena persona que parece ser y además, que para variar es un político trabajador, que se sabe de él más por lo que hace en los municipios que visita al interior del estado de Veracruz, eso sí, mucho más que por lo que hace en la zona conurbada o por otros temas menos relevantes y que antes tenían mayor trascendencia. Esto, francamente me pareció normal, por un lado porque esos son detalles bien sabidos por la mayoría de los veracruzanos, con independencia de filias y fobias, y porque más allá de que Cuitláhuac logre honrar con su trabajo esa opinión general sobre él, también el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha contribuido directamente en esta percepción. No es algo menor que el político más importante de la Nación y líder moral del Partido en el poder, te mencione por activa y por pasiva como un gobernador ejemplar por honesto y trabajador.

Dicho lo anterior, el asunto no paró ahí en ninguna de las ocasiones que cuestioné a la persona en turno; acto seguido después de mencionar estos, digamos, “hechos incuestionables”, la gente agregaba un “pero”, el tipo de “pero” que si bien no niega la virtud mencionada, sí la pone en entredicho, la minimiza como no queriendo, como si aceptar el acierto por sí solo significara un agravio a la totalidad de la opinión.

Estos “pero” siempre fueron acompañados por comentarios relacionados con que habla mal o que no les gusta cómo se expresa, incluso mencionaban que su acento suena muy falso para ser xalapeño, que no es carismático o dicharachero, que no tiene esa cercanía con la gente que se esperaría de un gobernador cercano a AMLO, o en pocas palabras como me dijo una de las personas cuestionadas, “es aburrido, no da mucho de qué hablar”, en su mayoría elementos técnicos, retóricos, que a pesar de su importancia en el oficio político, no siempre determinan el efectivo ejercicio del poder, son detalles que si bien yo puedo considerar no fundamentales, son un reflejo de la concepción que al menos ahí (Veracruz-Boca del Río) se tiene de los políticos y sus accesorios.

Esto es llamativo y hay que tratar en la medida de lo posible acercarse con una lectura objetiva, porque seamos francos, un gobernador que trabaja y es incuestionablemente honesto pero que no da de qué hablar en el sentido de que no alimenta el chisme, el drama de la política, que incluso es visto como alguien que se mantiene al márgen de las intrigas, impermeable a esos dichos que se han armado tratando de restar peso a su autoridad en la gobernabilidad del estado o su responsabilidad en la estabilidad financiera de Veracruz, no es algo común.

García Jiménez rechaza constantemente la parafernalia del poder, de ahí esos “peros” decepcionados, les mortifica la falta de esa malicia que busca el beneficio particular, les hace extrañar eso que muchos aún admiran y hasta parecen extrañar de tipos como Fidel Herrera y su capacidad tan pulcra para mentir, su carisma villanesco de quien “te chinga pero te da”, Miguel Ángel Yunes y su autoritarismo, la farsa del supuesto control en seguridad o Javier Duarte y sus reconocidos dotes para el hurto, para la tranza.

De esta manera Cuitláhuac no parece tener un cargo envidiable como lo era antes, no es una celebridad, es un trabajador más que incluso gana menos que otros altos funcionarios estatales de otros poderes, no se las da de poderoso y aquí cada quien podrá sacar sus prejuicios a relucir analizando las posibles razones, pero es un hecho claro que esos “peros” más que una objeción contra lo que se supone debe hacer el servidor público más importante del estado, significa un anhelo individual, una expresión de la más tierna nostalgia y un síntoma del síndrome de Estocolmo (reacción psicológica en la que la víctima de un secuestro desarrolla una relación de complicidad y un fuerte vínculo afectivo con su secuestrador) del que nos venimos recuperando tras gobiernos nefastos en todos los niveles.

Es un hecho innegable, el gobernador no da mucho juego para esas dinámicas de café y agreguen que tampoco es santo de la devoción del sector más aspiracionista de la zona. Cuitláhuac García en este sentido representa muy bien al político de la Cuarta Transformación, a un modelo de gobernador al que la zona conurbada apenas está empezando a aceptar, por un lado porque no es el clásico perfil de empresario o político “profesional” de siempre, más cercano a la demagogia que al pueblo, más cercano a la sonrisa forzada, que a la preocupación genuina y por otro, porque es cierto que estratégicamente se priorizó atender aquellas zonas históricamente olvidadas y con más urgencias, zonas rurales y remotas del estado, antes que las zonas urbanizadas con menos carencias.

De esta forma Cuitláhuac sacrificó indirectamente su percepción, su lucimiento en Veracruz- Boca del Río, un costo que quizá era necesario pagar en la primera mitad del sexenio pero que ahora con la consolidación de su administración y el acelerador metido a fondo, con algunos proyectos como la inversión al cárcamo de La Zamorana para evitar inundaciones en el Floresta y en 35 colonias más o la inversión de más de 650 millones de pesos para rehabilitar el Complejo Deportivo de Veracruz donde se encuentra el Estadio Luis “Pirata” Fuente, el Estadio Beto Ávila y Leyes de Reforma entre otros espacios, está recuperando el tiempo invertido en municipios quizá menos vistosos pero más necesitados.

A pesar de en su momento ser visto con mucha más distancia por parte importante del empresariado, el cual tiene un peso relevante en la conurbación, ahora se nota una mayor cercanía, un coqueteo constante que se intensificará según se acerque el 2024.

De momento, poco a poco, se irá entendiendo por parte del grueso de la población que no hay nada que extrañar de aquellos que hablaban muy bonito, de los grandes oradores con infinitos recursos retóricos que se empeñaron en atentar contra los intereses de las mayorías, que priorizaron su lucimiento mediante la simulación antes que el trabajo real y comprometido. La gente entenderá más pronto que tarde que no hay nada de malo en que un gobernador prefiera criar gallinas y tener un huerto en su casa que tener ranchos y caballos.

Aún es pronto y lo más común es pensar en los gobernadores según qué momentos vivieron y cómo los enfrentaron durante su gestión pero como va la cosa se puede pensar que cuando se hable de Cuitláhuac García Jiménez, no se pensará en aquel que cuando eran los saqueos en la zona norte llegó a simular y empujar a quien se le cruzara como un justiciero ridículo y rebasado, no sé pensará en alguien que engañó a la cara a los vecinos del Floresta en el World Trade Center, prometiendo que compraría sus casas a un precio justo después de la inundación por el huracán Karl y seguro que no se pensará en él como quien se dio a la fuga al ser buscado por la justicia por un saqueo sin precedentes a las arcas del Estado.

Definitivamente respecto a este sexenio, se pensará más en acciones que en momentos, en una secuencia, una concatenación de obras y acciones realizadas de manera estratégica, se pensará en este tiempo, si se continúa por este rumbo, como el tiempo en que se crearon las condiciones necesarias para hacer las cosas, justo lo que señalaba don Jesús Reyes Heroles como el propósito del auténtico político, un político mucho más cercano a la verdadera acción política que al circo de la misma, ese que tanta nostalgia genera.

CD/GL

* Las opiniones y puntos de vista expresadas son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de Cambio Digital.

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