Mitos y verdades sobre los vibradores

Los vibradores y, en general, el resto de juguetes sexuales ofrecen cada día más posibilidades. Han ganado en aceptación popular y cada vez están en los cajones de más mesillas, ya sea para utilizar en solitario o en compañía.
Sin embargo, los prejuicios contra los juguetes sexuales, y en especial los vibradores, siguen existiendo, lo que hace que muchas personas que se plantean usarlos o sienten curiosidad opten por probar la experiencia.
En este artículo se pretende derribar algunos mitos alimentados por el desconocimiento que rodea a los vibradores, pues es la única manera de que su uso sea una decisión personal.
La invención del vibrador
A finales del siglo XIX, existía alrededor de sexo una concepción totalmente falocéntrica: solo los hombres podían sentir orgasmos. Esto, junto con la cultura misógina de la época, dejó a la sexualidad de la mujer en un segundo plano.

La represión sexual hacia las mujeres era tal que se llegó a considerar el origen de la histeria. De hecho, en muchas clínicas no era raro que los médicos recurrieran a la estimulación manual para que sus pacientes alcanzaran el llamado paroxismo (como se llamaba al clímax de las mujeres en aquella época, pues no se contemplaba que pudieran tener un orgasmo).
Como ayuda para este tipo de intervenciones, en 1880 Kellina Wilkinson inventó el vibrador. No fue hasta 1902 que se puso el primer modelo de vibrador en el mercado, a disposición del público. En 1920 comenzó a salir en revistas pornográficas y en la década de los 80, se abrieron las primeras tiendas de juguetes sexuales.
Mitos y verdades sobre los vibradores
No obstante, no ha sido hasta los últimos 20 años que el pensamiento general ha relajado los prejuicios contra los juguetes sexuales. Es más, a pesar del advenimiento tardío, todavía hay personas que albergan ideas erróneas sobre ellos. Algunas de las más comunes son las siguientes:
Sólo los pervertidos usan vibrador: nada más lejos. Los estudios indican que los vibradores son un buen instrumento para autogestionar mejor el placer y como complemento en las relaciones sexuales. Asociarlo con perversiones es fruto del desconocimiento y los prejuicios.
Es solo para personas sin pareja: tampoco es cierto. Muchas parejas hacen uso de vibradores y otros juguetes para enriquecer su experiencia sexual.
Los vibradores son malos para la salud porque producen infecciones: como cualquier otro instrumento que se introduzca en una cavidad, el vibrador requiere de una rutina de limpieza y mantenimiento. Correctamente higienizados y hechos de buenos materiales no producen ningún tipo de patología.
Si una mujer usa un vibrador, sustituye al hombre en las relaciones sexuales: si hay inseguridades de este tipo en la pareja, el problema no son los juguetes sexuales, sino los prejuicios e ideas erróneas sobre género.
Entumecen los genitales: la sensación de adormecimiento suele deberse a que se usa el vibrador a demasiada potencia o a que se aprietan más fuerte de lo recomendado sobre los órganos sexuales. Este entumecimiento es reversible con un correcto uso de los aparatos.
Los vibradores son adictivos: que algunas personas tengan un gusto específico e intenso por estos juguetes no implica una adicción. Estas deben ser diagnosticadas por un profesional y, en este caso, sería más probable una adicción a la masturbación, no al vibrador.
Los vibradores causan debilidad en el suelo pélvico e incontinencia: al contrario, estos juguetes fortalecen las contracciones de los músculos de Kegel, lo que a su vez previene la incontinencia.
Si una mujer solo puede sentir orgasmos con un vibrador, es que tiene algún problema: esta es otra creencia fruto de los prejuicios y odios sociales. Si un vibrador consigue algo que una persona no puede hacer, solo es cuestión de comunicarse y ajustarse a los gustos del otro.
Estas últimas dos décadas, el pensamiento social ha evolucionado mucho respecto a la sexualidad: un mundo que hemos descubierto como lleno de posibilidades y en el que existe una mayor libertad de acción y de pensamiento, de manera especial en determinados colectivos.
Por ello, y dado que en la mayoría de sociedades existe acceso casi ilimitado a la información, queda en nuestras manos la opción de deshacernos de determinados mitos y ganar en conocimiento. Solo así se puede conseguir que las preferencias y gustos sean solo eso, preferencias y gustos.
Con información de: LaMenteEsMaravillosa
CD/YC
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