El sexo kink o kinky: La sexualidad atrevida que busca satisfacer fantasías
La sexualidad tiene infinitos lenguajes, formas y expresiones. Unas más convencionales y otras un poco menos. El sexo kink o kinky es un ejemplo de estas últimas. Define un tipo de encuentros marcados por lo explosivo, por esos juegos y picardías que trascienden a lo normativo para adentrarse en lo fantasioso y también en lo salvaje. En esta textura de lo sexual, se integra el fetichismo o el vouyerismo, pero lo más importante sin duda es el placer de experimentar.
Lo cierto es que el campo de la psicología y la sociología lleva décadas interesándose por estas sexualidades alternativas, como son por ejemplo, el sexo kink, el BDSM o el poliamor. Así, algo que suelen destacar estas disciplinas es que llegar hasta este tipo de expresiones o incluso de identidades lleva tiempo.
Al fin y al cabo, no deja de ser un proceso de autoexploración a través del que descubrir qué nos atrae y después liberarnos de prejuicios, estereotipos y filtros culturales para expresarnos. El amante kink, por ejemplo, busca ante todo una inyección de adrenalina, esa que le puede ofrecer el sadomasoquismo o las prácticas sexuales en espacios públicos…
El sexo kink o kinky ¿en qué consiste?
El sexo kink o kinky hace referencia básicamente a todos esos comportamientos sexuales que se salen de lo convencional. No es sencillo, por tanto, dar una definición exacta porque esta práctica, en realidad, integra todo tipo de fantasías, tipologías y expresividades. Lo interesante es saber que esta forma de sexualidad ha salvado también la relación de muchas parejas.
De pronto, hay una forma extraordinaria no solo de romper la rutina. El sexo kink es una oportunidad para indagar en los deseos propios y del otro. Es un canal de creatividad desde el que manifestarse más allá de los miedos, vergüenzas y prejuicios. Supone ni más ni menos que materializar las fantasías más profundas y hacerlas realidad junto a la otra persona.
Bien es cierto que algo así demanda otro tipo de alianzas y complicidades para las que no todos están preparados. Habrá quien dé el salto y se sienta plenamente realizado al cruzar esa puerta. Otros, en cambio, se situarán en esa línea infranqueable de lo convencional, de lo comedido. Veamos más datos al respecto.
¿Cuántas tipologías existen?
Tal y como hemos señalado, el sexo kink o kinky integra en él, una amplia gama de prácticas sexuales. Sin embargo, es común que aparezcan, por término medio, unas tipologías muy concretas:
El BDSM, siglas de seis prácticas diferentes: Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión, Sadismo y Masoquismo. Consiste en una serie de juegos sexuales que parten siempre de la confianza y un consentimiento tácito sobre lo que se va a hacer y su intensidad.
Fetichismo. Pies, zapatos, cuero, terciopelo, objetos varios… El fetichismo suele ser un elemento habitual en el sexo kink o kinky, de manera que ese material, objeto o parte del cuerpo determinada, actúa como método preferido para lograr la excitación sexual.
Fantasías. Las parejas suelen recurrir a los juegos de rol como forma para recrear las fantasías más profundas. Vivenciar una historia a través de vestidos, teatralización y escenarios concretos, los cuales actúan también como elementos indispensables.
Vouyerismo y exhibicionismo. Ser testigo de cómo nuestra pareja mantiene relaciones con otra persona, por ejemplo, es un componente más del sexo kink o kinky. No obstante, también es bastante común la práctica del sexo en espacios públicos.
Sexo grupal. Tampoco podemos pasar por alto una opción recurrente en lo referente a esta práctica. Las orgías o el sexo en grupo es otra característica.
Este conjunto de prácticas pueden parecer un poco inusuales, pero no necesariamente son así. De acuerdo con un estudio , más del 22 por ciento de los adultos sexualmente activos participan en juegos de rol, mientras que más del 20 por ciento se han involucrado en ser atados y azotados. En una encuesta se halló que casi la mitad de las 1040 personas encuestadas estaban interesadas en prácticas sexuales parafílicas o pervertidas , incluso si no habían tenido la oportunidad de explorarlas.
¿Cuáles son la claves del sexo kink o kinky?
La práctica del kink o kinky no es algo nuevo. No es producto del milenio ni de las nuevas hornadas de generaciones jóvenes que conciben un sexo más libre, espontáneo o salvaje. En realidad, esta forma de sexualidad lleva décadas instalada entre nosotros y son muchas las personas que la practican. Sin embargo, eso sí, es necesario siempre que se tengan claras unas bases, unas claves definitorias:
La fantasía es el ingrediente más importante. El sexo sin imaginación y en el que no se materializa un deseo personal, no ofrece auténtico placer ni nos permite tampoco sentirnos realizados. Al fin y al cabo, pocas cosas resultan más placenteras que hacer realidad una secreta apetencia.
Comunicación. Un elemento decisivo en toda práctica sexual es la comunicación, es decirle al otro qué deseamos, qué nos gusta, hasta dónde queremos llegar y qué esperamos conseguir.
Espontaneidad. El sexo kink o kinky exige, por encima de todo, dejarnos llevar sin ataduras, prejuicios y vergüenzas. Es hacer de la espontaneidad el mayor impulso, es satisfacer el deseo en el aquí y ahora.
El juego. Saber jugar es permitirnos experimentar, es dejar la mente libre para que sea el deseo y el deleite el que lleve las riendas, el que se beneficie del juego.
El sexo kink puede ser beneficioso
El sexo kink puede ayudar a las personas a sentirse mejor y ser más saludable mentalmente. Un estudio descubrió que tanto los practicantes dominantes como los sumisos de BDSM eran:
Menos neuróticos.
Más extrovertidos.
Menos sensible al rechazo.
Más abiertos a nuevas experiencias.
Más concienzudos.
Los participantes del grupo BDSM se sintieron más seguros en sus relaciones, tuvieron una mayor sensación de bienestar, fueron más conscientes con los demás y más abiertos a probar nuevas experiencias. También eran menos sensibles a las percepciones de los demás.
De hecho, se ha encontrado que el BDSM consensuado puede reducir la ansiedad al llevar la mente a un estado alterado de conciencia o al Flow. Esto es similar a la sensación que tienen algunas personas cuando experimentan la “euforia del corredor” o cuando se involucran en la creación de artística.
Otra investigación encontró que las parejas que participaban en actividades sadomasoquistas tenían niveles más bajos de cortisol, y también informaron mayores sentimientos de cercanía e intimidad en la relación después del encuentro sexual.
En relación con el cortisol, investigadores de la Universidad del Norte de Illinois, tomaron muestras de saliva de participantes sumisos y dominantes durante escenas sadomasoquistas y las parejas dominantes mostraron niveles reducidos de cortisol después de la sesión.
La identidad kinky, más allá deseo
Hay quien define el sexo kink o kinky como un despertar de la conciencia. De hecho, no estamos hablando de una simple práctica sexual, en realidad, para muchas personas es una forma de identidad.
Así, trabajos de investigación como los realizados en la Universidad de San Francisco por la psicóloga Jennifer Eve, hablan ya de “la comunidad kink” y de la necesidad de profundizar mucho más en esta realidad para comprender a un colectivo que es cada día más amplio.
También desde la Universidad de California indagan en esta realidad social y en sus experiencias, con el fin de desvelar de qué manera se relaciona el sexo kink o kinky con la identidad, el autoconcepto, la personalidad o incluso en la gestión del estrés. Es más, se ha podido observar no solo que muchas parejas se han sentido más plenas al entrar en el universo del BDSM y los fetiches.
Para concluir, dar rienda suelta a los deseos kinky es, para algunos, un modo de sentirse realizado y de superar estados depresivos o de malestar existencial. Sin embargo, como bien sabemos, sigue existiendo cierto estigma alrededor de estas conductas y el hecho de reprimir o silenciar esos deseos (o identidades) conduce en muchos casos al sufrimiento psicológico.
Con información de: LaMenteEsMaravillosa
CD/YC
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