Oct 12, 2021 / 06:00

📜 Efemérides del Periodismo Mexicano: Rodrigo de Llano

Rodrigo de Llano, director general de Excélsior, escribió el 12 de octubre de 1956 el artículo “Olivera, el dictador asceta de Portugal”, en el cual subrayó que “Olivera Salazar es la contrafigura de todos los dictadores descritos por la historia y concebidos por nosotros. Es, en realidad, un monje con traje de civil. Lleva treinta años como jefe de Gobierno. Su dictadura es suave y discreta, muy distinta a la que rigen en los países de América Latina”.

Nacido el 5 de abril de 1890 en Monterrey, Nuevo León, tenía dieciséis años cuando publicó su primer artículo en el diario Monterrey News, el 15 de marzo de 1906.

“Desde entonces-dice Roque Armando Sosa Ferreyro en su libro Huellas en el tiempo. Reportajes y crónicas de Rodrigo de Llano (1976) – definió la vocación de servir a sus semejantes y luchar por la verdad, la justicia, los derechos humanos y las libertades todas, como lo hizo hasta el final de su existencia”.

De Llano trabajó en los diarios capitalinos El País y El Imparcial (1907), donde fue jefe de redacción. Editó el semanario El Heraldo en Nueva York (1914-1917). En 1917 fue nombrado corresponsal en Washington del diario Excélsior el que condujo de 1924 a 1929, antes de ocupar formalmente el puesto de director general (1931-1963). En 1943 recibió la Medalla María Moors Cabot, de la Universidad de Columbia.

Salvador Loredo Torres dice en Algunos apuntes sobre la vida de Excélsior que De Llano “fue maestro de periodistas” y desempeñó el cargo de director general “con honestidad y sabiduría”. Bajo su administración nacieron las dos ediciones de Últimas noticias de Excélsior. Así como también se consolidaron Revista de Revistas, Jueves de Excélsior y el Magazine de Policía que fue fundado en 1940.

Rodrigo de Llano, “Nada menos y nada más que un periodista”, murió el 31 de enero de 1963 en la Ciudad de México. Escribió Sosa Ferreyro en la introducción de Huellas en el tiempo.

Hizo muchos amigos, sin tener jamás la enemistad de nadie. Fue sordo al canto de las sirenas y no uso la tribuna del periódico fue el blasón de su conducta, penacho luminoso que elevó con categoría indiscutible el nombre de Rodrigo de Llano al nivel de los más ilustres periodistas contemporáneos, sus pares en México y en el extranjero. Por ello hizo opinión y tuvo y retuvo la confianza del público.

CD/YC

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