El 9 de octubre de 1853 Vicente Segura Argüelles, periodista conservador que había sido liberal moderado, publicó en su periódico El Ónmibus la versión del intento de asesinato contra Francisco Zarco Mateos, perpetrado en la redacción de El Siglo Diez y Nueve el día anterior.

El español Ventura Aguilar sacó una daga y trató de agredir a Zarco al tiempo que le decía: Pues hoy hemos de morir usted o yo”. Entre Rafael Covarrubias, que actuó oportunamente, y Zarco desarmaron al iracundo español, que días antes había sido llamado “loco de remate” por El Siglo Diez y Nueve. Ventura Aguilar estalló en cólera cuando Zarco se negó a publicarle una carta dirigida al presidente de la República. Segura Argüelles escribió que sin el auxilio de Covarrubias hubiera sido muy difícil que Zarco, desarmado, sentado a su mesa, escribiendo y descuidado, porque nunca podía aguardar la alevosía de un hombre que tenía delante y que no podía considerar como su enemigo, hubiera escapado de esta tentativa de asesinato.

Segura Argüelles fundó y dirigió El Ónmibus y El Diario de Avisos, luego de haber colaborado en Don Simplicio junto a Guillermo Prieto, Manuel Payno e Ignacio Ramírez.

Se sabe que nació en Orizaba, Veracruz, pero se desconoce la fecha. Guillermo Prieto hizo un perfil del periodista converso que había participado en la redacción de Don Simplicio: Guapo chico era Vicente Segura, rechoncho y expedito, franco y campechano; muy valiente y sin presunción alguna como literato, no obstante tener talento despejado e instrucción desordenada, bastante notable.

Segura era liberal moderado; pero sean reminiscencias de educación, sea en el personal del partido exaltado había verdades y capitales defectos, Segura odiaba a los puros y afrontaba disgustos particulares con mucha frecuencia.

Por otra parte, Segura había nacido y se había criado en un círculo cristiano y apegado al sistema colonial, y esto y la influencia de personas como Pesado, Carpio y Couto determinaron su cambio con la exaltación que vimos, porque en Vicente todo era pasión.

En periodismo político de la Reforma en la Ciudad de México 1854-1861, María del Carmen Ruiz Castañeda dice de él: “Es también un buen periodista conservador, que desgraciadamente debió a su carácter e intransigente, no sólo su desprestigio en la prensa, sino en su misma muerte a manos de las tropas liberales, al día siguiente a la batalla de Calpulapan”.

Sobre la muerte de Segura Argüelles, José María Roa Bárcena escribió en la Biografía de D. Joaquín Pesado lo siguiente: Su cuñado (de José Joaquín Pesado) don Vicente Segura Argüelles, propietario y redactor del Diario de Avisos, en que se hizo la guerra dura y sin tregua a la causa y a los hombres ahora triunfantes, había sido varias veces amenazado por ellos, y se propuso salir armado con las fuerzas de Miramón; pero al ver que éstas se disolvían o que estaban enteramente desorganizadas, resolvió a última hora quedarse en la capital, y a las 7:00 de la mañana del 25 de diciembre de 1860 se hallaba en la casa de unos parientes suyos, en la calle de Corpus Christi, por la cual entraba una guerrilla procedente de Tacubaya. Parece que un criado denunció la existencia de una persona allí oculta, y que por las señas, se sospechó fuese un antiguo jefe de policía; uno de los oficiales penetró pistola en mano, preguntando por dicho jefe de la señora de la casa, quien contestó que no estaba en ella. Segura que tomaba chocolate en la sala, atravesó por el corredor dirigiéndose a la azotea: Quiso el oficial seguirle, y como la señora se lo impidiese abranzándosele, disparó sobre aquel al tiempo que subía por  una escalera y lo hirió en una mano y un muslo, y salió por una casa contigua cuyos moradores le instaban a que se detuviera, no accedió a ello temeroso de comprometerlos, y pidiéndoles un sombrero, se lanzó a algunos de los callejones que desembocada al frente de la Alameda, pero en vez de tomar hacia el sur, con lo cual se abría tal vez salvado en el laberinto de plazuelas y rincones a que dichos callejones guiaban, se dirigió a la calle Corpus Christi, yendo a dar a manos de los perseguidores.

Al poner el pie en el estribo del coche en que iba a ser llevado a la diputación, fue nuevamente agredido, y vitoreando a la religión y haciendo uso del resto de los tiros de la pistola a su vez, cayó muerto a manos de sus contrarios, siendo trasladado su cadáver a una de las capillas del convento de San Francisco.

CD/YC