Isaac Hernández, astro de la danza
Monterrey, Nuevo León.- "Mi historia comienza con la de mi papá", reflexiona Isaac Hernández, sentado en una de las butacas de primera fila del Teatro de la Ciudad.
"Él empezó tarde en el ballet, porque cuando le dijo a mi abuelo Manuel que quería ser bailarín, no lo aceptó. Aquí vivían (en Monterrey). "Mi abuelo era arquitecto, construía teatros: hizo el Teatro Alameda, y así fue como mi papá conoció el ballet".
Eran otros tiempos, señala el primer mexicano premiado con el Benois de la Danse 2018, máximo galardón mundial en esa disciplina.
Isaac cuenta que su abuelo murió de diabetes cuando Héctor, su padre, tenía 16 años. Entonces, el joven le dijo a su mamá que seguiría su vocación dancística y partió a la Ciudad de México.
"Era tarde para empezar a bailar", prosigue Isaac, "pero mi papá dormía en la cocina del Campo Marte, frente a la Escuela Nacional, para poder estudiar. Empezó a entrenarse, a tomar la mayor cantidad de clases posibles y se fue a Nueva York, recomendado por Nureyev, en una visita que hizo a México".
Héctor, el padre de Isaac, platica vía telefónica que se formó en la Academia de la Danza Mexicana del INBA y fue parte del Ballet Clásico de México, dirigido por Michael Lland, bailarín y maestro del American Ballet Theatre.
Bailó profesionalmente en compañías del País y de Estados Unidos.
Y al regresar a Monterrey, su tierra natal, fue maestro fundador del Taller de Danza del Instituto de Artes de la UANL, inició la Escuela de Verano de la Casa de la Cultura y la Escuela Municipal de Ballet Clásico de Monterrey, de la que fue responsable, así como de la Compañía de Ballet Clásico Municipal.
"Yo quería impulsar proyectos sociales y artísticos, y me fui a Guadalajara", comparte.
Allá dirige varias escuelas municipales de ballet gratuitas y, con Laura Fernández, también bailarina y maestra, formó una familia de 11 hijos: dos de ellos, Esteban e Isaac, son hoy primeros bailarines del San Francisco Ballet.
Isaac Eleazar, el séptimo de los Hernández Fernández, nació el 30 de abril de 1990. Tiene 32 años.
De sus padres, el astro de la danza destaca su dedicación al servicio social.
Entre sus recuerdos de niño está una escuela que ellos abrieron en un barrio popular.
"Nosotros también íbamos, y después nos siguieron preparando en casa", comparte el atlético joven de oscuro cabello, corto y rizado, de rostro anguloso, cejas pobladas y mirada serena.
Héctor detalla que utilizaban distintos métodos educativos, un pensamiento crítico y apoyo del sistema abierto de la SEP.
A los 8 años, Isaac recibió las primeras clases de ballet en el patio de su hogar, con todos sus hermanos, después de la tutoría escolar y de las sesiones de karate.
"Tuve la fortuna de que mi papá era mi maestro y podía pasar muchas horas al día con él, alrededor del ballet, y eso tuvo un impacto muy especial en mi vida".
Héctor se acuerda que el patio tenía una inclinación hacia el centro y que Isaac se molestaba porque, de pronto, no podía conservar el equilibrio.
"Yo le decía que escenarios tan importantes como la Ópera de París tienen cierta inclinación y que debía aprender a bailar en cualquier superficie, porque un día iba a estar ahí: y lo logró".
Fue el primer mexicano en hacerlo.
El propio Isaac cuenta que poco a poco sus hermanos dejaron de interesarse en la danza, sólo Esteban y él continuaron.
"No teníamos internet ni YouTube ni acceso a videos de ballet. Lo que yo conocía era a través de las historias de mi papá. Me hablaba de un bailarín puertorriqueño, de cuando él vivía en Nueva York, que saltaba y parecía que volaba.
"Me contaba que había sentido ese momento en el aire, y la primera vez que sentí eso en el patio de la casa me acuerdo que le dije: '¡Papá, papá, estoy volando!'.
"Fue el momento en el que pensé que era algo que me gustaría seguir descubriendo".
En un receso entre las clases magistrales que ofreció en la Gran Sala del Teatro de la Ciudad y a las que, emocionados, acudieron decenas de estudiantes de ballet de distintos puntos del País, Isaac menciona que luego de ganar varias competencias participó en el Youth America Grand Prix de Nueva York.
En este certamen, el más grande del mundo para estudiantes de danza clásica, se llevó la medalla de oro y algunas de las instituciones más prestigiosas a nivel internacional le ofrecieron beca.
Isaac y sus padres se decidieron por la Rock School for Dance Education, en Philadelphia, y a sus 12 años se fue a vivir allá junto con su hermana mayor, Emilia, de 21, como tutora.
"Yo hablaba muy poquito inglés y me encontré con los directores de la escuela que fueron fundamentales para mi vida", detalla el tapatío, quien lleva pants y camiseta en color negro.
"Se convirtieron casi, casi en mis padres, me apoyaron artísticamente y me traían bailarines de varias compañías del mundo para que me entrenaran".
Isaac ganó el gran premio y la medalla de oro en el Concours International Odysseé de la Danse, en Lyon, Francia, en el 2002, y dos años después fue el primer extranjero que logró el primer lugar en el Concurso Internacional para Estudiantes de Ballet en La Habana, Cuba.
Isaac dice que en su adolescencia también tuvo la oportunidad de integrarse al American Ballet de Nueva York durante los veranos.
Su hermana Emilia, amiga y cómplice, comparte que, desde entonces, él ha mostrado un talento, disciplina y templanza a prueba de todo.
"Estaba tan consciente de la gran oportunidad que se le brindaba para continuar su formación a otro nivel, que en eso se enfocaba.
"También hacíamos muchas cosas divertidas, tanto en Philadelphia como en Nueva York: íbamos al teatro, al cine, a los conciertos, al boliche, al beisbol".
Emilia narra que uno de los momentos más difíciles en la carrera de Isaac fue cuando a los 15 años sufrió una severa lesión en la columna vertebral tras ejecutar un giro elevado en una clase.
Los especialistas, incluidos los que atendían a los jugadores de los Yankees y de los Mets de Nueva York, y de las Águilas de Philadelphia, recomendaron una cirugía con la que podría volver a caminar, pero no a bailar.
"Estaba casi paralizado", refiere Emilia. "Fue casi un año, pero Isaac no aceptó la operación y con enorme determinación, paciencia y terapias muy duras, salió adelante".
"Hubo quienes me dijeron que ya no gastáramos en esos tratamientos, que mejor lo llevara con psicólogos para que fuera asimilando que nunca volvería a bailar, pero él estaba convencido de que lo haría y nada lo venció".
Su regreso no pudo ser más exitoso. En el 2006 fue el primer mexicano en llevarse la medalla de oro en la International Ballet Competition, en Jackson, Mississippi, algo así como las Olimpiadas Mundiales del Ballet.
Antes de ese certamen, a Isaac le habían regalado su primer celular y Emilia se lo quitó para que no se distrajera, aunque en ese tiempo no había redes sociales ni aplicaciones.
"Me acuerdo que le dije que se lo regresaría cuando me trajera la medalla de oro, y así fue".
Isaac también ganó la presea de bronce y el premio especial del Ballet Kirov en el Concurso Internacional de Ballet de Moscú, y a los 17 años firmó su primer contrato con la segunda compañía del American Ballet de Nueva York, en donde estuvo un año, hasta que en una visita al San Francisco Ballet, se enamoró de la ciudad, del teatro y del ensamble, y aceptó el contrato que le ofreció Helgi Tomasson, director de la compañía. Ahí permaneció cuatro años y fue bailarín solista.
Exploró en estilos vanguardistas, con renombrados coreógrafos, pero él deseaba interpretar los grandes ballets y trabajar en Europa, así que partió a Ámsterdam y se integró al Ballet Nacional de Holanda del 2012 al 2015, recibiendo el premio Alexander Radius, como el artista clásico más sobresaliente en aquel país.
En conversación telefónica, Laura, la mamá del bailarín, reconoce que con Isaac hay un antes y un después en la danza en México.
"Antes de que él lograra lo que se propuso con tanto esfuerzo, pasión y disciplina, pocos varones y muy pocos padres permitían que sus hijos practicaran la danza clásica, y eso ha cambiado.
"Isaac superó muchas dificultades. Por eso es consciente de apoyar a las nuevas generaciones y devolver un poco de lo que ha recibido, porque nosotros no teníamos recursos y siempre estábamos a la espera del milagro que le permitiera seguirse preparando y asistir a las competencias".
En una ocasión, dice Laura, Isaac debía viajar al día siguiente y la noche anterior aún no contaban con el boleto de avión.
"Él me preguntaba: '¿Hago la maleta o no la hago?'. El boleto llegó y le decíamos que en cada momento de la vida tenía que estar listo, para que al llegar la respuesta pudiera tomar la oportunidad, y creció pensando así".
Angélica Kleen, ex directora de La Superior y pilar de la danza clásica en la Ciudad, conoce la trayectoria de Isaac desde pequeño, ya que ella llevaba a estudiantes de La Superior a muchas competencias en las que coincidían.
"Ha sido muy talentoso desde niño. Y lo más interesante es la inteligencia con la que ha perfilado su carrera. Le ha dado una nueva dimensión, es inspiración para los jóvenes y mantiene un compromiso social.
"Isaac es un orgullo para México. Es uno de los bailarines más reconocidos a nivel mundial".
Isaac estudió una licenciatura en Derecho, es un lector voraz y le encanta viajar.
En el 2015 fue el primer bailarín principal mexicano en presentarse en el mítico Teatro Mariinsky, de San Petersburgo, con "Don Quijote".
En ese mismo año le entregaron el Premio Positano de la Danza Léonide Massine, en Italia, que lo distinguió como el mejor bailarín emergente en el mundo, y se unió al English National Ballet.
Loipa Araujo, maestra y directora artística asociada del English National Ballet, y una de las bailarinas históricas del ballet cubano, describe a Isaac como un artista fiel a sus postulados técnicos y artísticos.
"Su brillantez técnica y capacidad interpretativa está sustentada por su honestidad y compromiso con el arte y con la vida.
"Lo conocí cuando llegó a la compañía y, desde entonces, trabajando con él, aprendí a valorarlo y quererlo no sólo como bailarín, sino como persona".
El Premio Benois de la Danse, que se entrega en el Teatro del Bolshoi y es considerado el Óscar de la Danza, llegaría a Isaac en el 2018 por su papel de James, en "La Sílfide", que bailó con el English National Ballet, y por la interpretación de Basilio, en "Don Quijote", con el Ballet de la Ópera de Roma, bajo la dirección del legendario bailarín ruso Mikhail Barshnikov.
"Ése fue el primer ballet que me aprendí, la primera variación clásica era la de 'Don Quijote' y la bailé muchísimo de niño. La hice también en muchas competencias y, curiosamente, yo juraba y perjuraba que nunca más la iba volver a bailar.
"Creo que soy uno de los pocos bailarines en el mundo que ha hecho la cantidad de producciones de 'Don Quijote'. Ha sido un personaje muy importante para mí, que me ha dado mucha libertad escénica y la oportunidad de trabajar con enormes artistas, como Barshnikov, Vladimir Basiliev, y bailar el 'Don Quijote' de Nureyev, con una producción especial para un aniversario de su muerte, en la Ópera de París".
Isaac dice que lo mejor de recibir el Benois de la Danse ha sido ver cómo la danza se ha posicionado como un tema de conversación en la sociedad mexicana.
"Siento una responsabilidad muy profunda con mi País y con el papel que tengo que jugar como artista también".
Por esa razón, agrega, desde hace una década trabaja en proyectos como Despertares, una gala operística anual con figuras de la danza de talla mundial que busca atraer y consolidar nuevas audiencias, y que ayer se presentó en el Auditorio Nacional.
También, en Despertares impulsa, que forma, promueve talentos y gestiona becas, como las de la Royal Ballet School para las que, hace días, hubo audiciones aquí por primera vez.
"Me he dado cuenta de la gran herramienta de cambio que puede ser para nuestra sociedad que este tipo de proyectos exista para los jóvenes, por eso es que sigo terco en ello".
Su hermana Emilia, también productora ejecutiva de Despertares, subraya que Isaac ha cambiado la percepción que se tenía del bailarín clásico y eso le ha abierto las puertas en diversos ámbitos.
Se convirtió en embajador de marcas que exaltan los valores, las tradiciones y la responsabilidad social, y en el 2020 debutó en cine al protagonizar El rey de todo el mundo, bajo la dirección del español Carlos Saura.
Continuaría con la miniserie "Alguien tiene que morir", creada y dirigida por Manolo Caro, en la que interpreta a un bailarín.
Después de siete años en el English National Ballet, hace unas semanas Isaac volvió al San Francisco Ballet como bailarín principal, y está muy contento por compartir escenario con su hermano Esteban, también bailarín principal de la compañía.
Tamara Rojo, quien fuera directora artística del English National Ballet y esposa de Isaac, asumirá también este cargo en San Francisco.
"Es una decisión que tomé por el gusto de poder regresar a una compañía que me dio tanto, en un momento tan histórico para ellos, donde están cambiando de visión artística", comparte Isaac, quien ya es padre: su hijo Mateo Maynard tiene poco más de 1 año.
"Le pusimos así en caso de que no quiera incluir el Hernández Rojo, porque creo que es difícil pensar que no va a bailar ballet algún día.
"Él ya agarra su piano y pone música y baila. Con los padres que tiene, creo que va a ser difícil escapar del arte", ríe Isaac.
Retomando su regreso al San Francisco Ballet, señala que un factor muy importante fue la cercanía con México porque quiere seguir presente con sus proyectos en este País, además de construir puentes con la nación vecina.
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