Mar 19, 2023 / 09:33

2024 todos en disputa

Las elecciones de 2024 no serán un día de campo para ninguno de los partidos políticos en contienda o los que vayan en coalición.
Nadie puede decir hasta ahora que tiene ganadas por adelantadas las elecciones presidenciales, a lo mejor pueden llevar ventaja, pero eso pudiera ser relativo.
Hoy el partido en el poder y los que no llenan la plaza. A lo mejor unos más que otros, pero al fin la llenan.
Solo hay que hacer memoria que el 6 de julio de 1952 se llevaron a cabo las elecciones presidenciales para elegir al sucesor de Miguel Alemán. Además del candidato del PRI, Adolfo Ruiz Cortines, las boletas electorales incluyeron otras tres opciones: Miguel Henríquez Guzmán, postulado por la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (FPPM), Vicente Lombardo Toledano, candidato del Partido Popular (PP) y Efraín González Luna, del Partido Acción Nacional (PAN). La candidatura de Ruiz Cortines era postulada también por el Partido Nacionalista Mexicano, en tanto que Henríquez Guzmán contaba con el apoyo de dos organizaciones sin registro oficial: el Partido Constitucionalista Mexicano, integrado por un grupo de viejos constituyentes del 17 y el Partido de la Revolución, cuyo dirigente y fundador, el general revolucionario Cándido Aguilar, renunció a su propia candidatura en mayo de 1952 para unirse en coalición a la de Henríquez. Por su parte, Lombardo Toledano era también candidato del Partido Comunista y del Partido Obrero Campesino Mexicano, ambos sin registro oficial.
La existencia de estas candidaturas confirmaba que México se encontraba ya en una etapa de desarrollo político en la que prevalecían las formas de la democracia sobre los conflictos armados o las disputas violentas por el poder. Tanto para quienes venían de escisiones en la "familia revolucionaria" como para quienes militaban en el PAN y en los partidos de izquierda, la participación político-electoral se conformaba como la vía privilegiada para expresar las inconformidades o las propuestas políticas alternativas, así como ruta de acceso para una eventual participación parlamentaria. Para el régimen alemanista, la participación de cuatro candidatos presidenciales y las condiciones de aparente tranquilidad en las que se llevaron a cabo la campaña y la elección contribuían a fortalecer la imagen construida a lo largo de seis años de gobierno, en el sentido de que el país arribaba finalmente a la institucionalización democrática, interpretación que por lo demás fue estruendosamente festejada por la prensa nacional e internacional. No obstante, detrás de la fachada se escondían las realidades de la vida política mexicana y, como quedaría más claro en los meses siguientes, al concluir el proceso electoral paradójicamente se cancelaba la incipiente posibilidad de que los conflictos políticos se resolvieran, en efecto, por la vía democrática.
¿Sucesión o reelección?
El gobierno de Miguel Alemán tuvo especial interés en la modernización económica del país y por lo tanto concentró sus afanes en consolidar la reformulación de la estrategia de desarrollo que iniciara su antecesor, Manuel Ávila Camacho. Como parte de este proceso, el régimen alemanista utilizó insistentemente un nuevo discurso en el que las nociones de progreso, desarrollo y democracia jugaron un papel central.
La insistencia en el discurso democrático respondía también a las nuevas condiciones de la relación entre México y Estados Unidos, producto del fin de la Segunda Guerra Mundial y los inicios de la Guerra Fría. El mundo de la posguerra se dividía de acuerdo con los vencedores en dos grandes bloques, el que conformaba el llamado mundo libre, democrático, en el que Estados Unidos era líder indiscutible, y el que comprendía el ámbito de influencia de la Unión Soviética, el llamado bloque comunista. En este contexto, el gobierno mexicano intentaba asegurar un lugar en el conjunto de las naciones democráticas, con miras a participar de los beneficios de la alianza con el llamado "hemisferio occidental".
En el terreno de las prácticas políticas, sin embargo, el gobierno de Alemán se caracterizó por lo que Luis Medina ha llamado "la modernización del autoritarismo". Desde los primeros días de su mandato, el presidente se aseguró de fortalecer los mecanismos de control político tanto en el interior del partido oficial como en la relación con el Congreso de la Unión y los poderes estatales. A la vez, el alemanismo se impuso sobre el conjunto de la clase política, desplazando y excluyendo a quienes venían de otras corrientes y afiliaciones y, en particular, a quienes no ocultaban su adhesión al cardenismo. En relación con los grupos y las demandas sociales, el gobierno recurrió a la manipulación e incluso a la represión cuando lo consideró necesario, con tal de imponerse sobre los liderazgos sindicales, los grupos campesinos, los estudiantes y todos aquellos sectores que insistieron en mantener su independencia del control oficial. En suma, a lo largo de los tres primeros años del sexenio se ajustaron las cuerdas del control político y, pese a la formulación y el uso recurrente de un discurso democrático, el gobierno de Miguel Alemán consolidó las prácticas más autoritarias del sistema político mexicano.
A lo largo de la campaña tanto el gobierno como los partidos políticos exhortaron a la población para que se empadronara y demostrara su madurez política ejerciendo sus derechos ciudadanos. En los días previos al domingo 6 de julio el discurso oficial enfatizó los llamados a sostener unas elecciones limpias y ordenadas que demostraran el avance democrático del país y la distancia frente a los tiempos en que los militares se hacían del poder por la fuerza de las armas. La prensa estadounidense señalaba desde meses antes de la elección que México se acercaba a la democracia al mejorar su legislación electoral, al darle mayor participación a la oposición y al abrir la posibilidad de que ésta obtuviera una verdadera representación legislativa. Aunque no se ponía en duda el triunfo presidencial del PRI, se consideraba que la oposición avanzaría en los resultados electorales legislativos y que el gobierno tendría la madurez política para reconocer esos triunfos. Ciertamente, la elección se presentaba como una excelente oportunidad para darle representación política institucional a quienes optaban por manifestar de esa manera su descontento.

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