Alfredo J. Bablot D’Olbeusse, que nació en Burdeos, Francia, ignorándose la fecha precisa, llegó a México en 1849 y desarrolló aquí una intensa carrera periodística y musical hasta el día de su deceso, el 7 de abril de 1892.

Sin embargo, la nota necrológica y el elogio a la obra de Bablot hechos por Manuel Gutiérrez Nájera no fueron publicados sino hasta el 10 de abril por los periódicos La Patria y El Partido Liberal, respectivamente.

Vicente Riva Palacio señaló en el “Cero” dedicado a Alfredo Bablot:

No es mexicano… pero Bablot, aunque no ha nacido entre otros, llegó a México muy joven; aquí, puede decirse, se acabó de formar y se desarrolló física y moralmente; su carácter agradable, comunicativo y franco, le ligó en estrechos vínculos de amistad con todos los hombres que entonces eran jóvenes.

Bablot se dedicó al periodismo y seguramente no hay entre nosotros uno que haya comprendido mejor ni desempeñado con más acierto la dirección de esta clase de publicaciones.

Interés, variedad, oportunidad en las noticias, exactitud en el servicio del público, acierto en la elección de redactores, criterio sano para designar lo que debe reproducirse de ajenas publicaciones, pormenores minuciosos en lo que causa publico interés y sobre todo, caballerosidad y decencia al tratar de los hombres y de las cosas; todo esto puede asegurarse que se encontraba en El Federalista, en los muchos años que lo dirigió Bablot.

El grupo de redactores que para ese periódico supo atraerse, fue simpático y escogido, y todos ellos, como una prueba de que merecen este elogio, han figurado después ventajosamente en la literatura o en las ciencias.

Justo y Santiago Sierra, Francisco Sosa, Silva, Peza, Cuenca y otros varios que daban a este periódico tanto interés como popularidad, haciendo extraordinaria a la circulación de aquel diario que, cuando Bablot lo recibió como director, no contaba ni con un centenar de suscriptores.

Bablot llegó a México como secretario de una cantante inglesa y decidió permanecer aquí. Al año siguiente (1850) fundó el Daguerrotipo, periódico que luchó por la causa liberal y que luego se llamó El Telégrafo.

Se debe a Bablot la introducción de la caricatura como arma política en nuestro país.

Durante la intervención francesa sigue a don Benito Juárez en su éxodo y, al restaurarse la república, se encarga de la dirección de El Federalista.

Funda después, junto con Ignacio Ramírez, El Calor Progresista, periódico creado con el fin de sostener la candidatura de Sebastián Lerdo de Tejada para la Presidencia de la República.

Al triunfar el Plan de Tuxtepec continúa escribiendo en los periódicos, pero limitándose a la crítica musical y literaria.

Fue profesor de “Estética e historia comparada de los progresos del arte” en el Conservatorio y, desde julio de 1882, director de esa institución.

Reformó el plan de estudios y sentó las bases para la formación de una autentica escuela mexicana de música; en la opinión del musicólogo Gerónimo Baqueiro Foster “Fue perfecta su dirección”, y todavía ocupaba ese puesto cuando le sorprendió la muerte en 1892.

Como periodista colaboró también en El Siglo Diez y nueve y en La Nación.

Guillermo Prieto lo cita en su crónica “Juárez” de la manera siguiente:

El año de 1858 fue para la historia de la Reforma el año novelesco por excelencia.

Comonfort, retrocediendo espantado de su obra, hundiendo su prestigio y su gloria en el lodo sangriento del golpe de Estado, Juárez preso en el jardín de Palacio, en las mismas piezas en que el motín militar se desbordaba en corriente de fanfarronería y de cinismo, después organizando su fuga con Sabás Iturbide Rojas y Nicolás Pizarro Suárez, al último frente a frente de Mejía, en San Juan del Río, con Manuel Ruiz, debiendo su salvación a su sangre fría inverosímil.

Ramírez, cayendo en unión de Morales Puente, en Arroyozarco, en poder de Mejía, quien pretendió fusilarlo al momento, salvándose Joaquín Téllez, Bablot y Mateos milagrosamente de aquel trance, por el propio aturdimiento de los aprehensores.

CD/YC