Oct 25, 2024 / 09:16

✍️ Calambres/Esaú Valencia Heredia 25/10/2024

Esaú Valencia Heredia

***Distribuyen en Encanto las 41 comision

    Seguramente hoy en la ciudad de Xalapa habrá caras largas al salir de Encanto. Al filo del mediodía se estarán repartiendo las 41 comisiones. Morena es mayoría, usted interprete lo demás.

Las comisiones de hacienda y vigilancia son las más disputadas. Por ir a apoyar a los afectados por las lluvias no se pelearon los diputados de este Congreso, pero que tal para las comisiones son los primeros en llegar.

Ál menos para la integración de la LXVII Legislatura ya se empezaron a tomar las fotos los legisladores. Luego vendrá el 5 de noviembre la instalación de la mesa directiva y posteriormente la foto del recuerdo, la grupal.

Habrá seguramente mucho debate. Hay diputados que repiten, otros con más “espolones” y finalmente es Veracruz el que va a ganar con el debate, consenso y aprobaciones de leyes en beneficio de las mayorías.

Hoy entonces en Encanto que es la calle del Congreso local saldrá “humo blanco” en la repartición de las 41 comisiones.  

    ***Vargas comenta que a partir de la distinción entre la calidad de la democracia y la ciudadanía, se adopta el criterio de la participación electoral para evaluar ambas cualidades. Con este parámetro se hace el balance de la política en México. Los resultados muestran el reto para el electorado mexicano: participar a la altura del sistema electoral que se le ofrece.

No es cierto que cada pueblo tenga el gobierno que se merece. El refrán popular refiere que la calidad democrática de un gobierno es causada por la fuerza o debilidad de la participación ciudadana. Pero la cuestión tiene, como toda moneda al aire, dos caras: la calidad de la democracia y la calidad de la ciudadanía.

Por lo tanto, es necesario deslindar responsabilidades entre la ciudadanía y el gobierno que dispone de un modelo democrático de cierta calidad al alcance del pueblo.

¿El pueblo mexicano siempre merece el gobierno democrático que tiene?, o ¿en ocasiones tiene una democracia por debajo, o hasta por encima, de sus méritos? ¿De qué lado caerá la moneda?

Estas cuestiones enfrentan asuntos teóricos y prácticos: ¿la calidad de la democracia garantiza la calidad de la ciudadanía o acontece al revés?, ¿corresponde al gobierno impulsar a la ciudadanía para que alcance la altura democrática o, por el contrario, es la ciudadanía quien tiene la responsabilidad de alcanzar la calidad de participación que le ofrece su sistema democrático?

El refrán popular es usado para criticar al gobierno, pero a su vez, para justificarlo por el nivel –generalmente bajo- de la actuación ciudadana en los asuntos políticos ¿Será verdad que cada pueblo tiene el gobierno que se merece o existen gobiernos – en particular los regímenes democráticos- que están por encima de la calidad del involucramiento ciudadano? La hipótesis ante esta problemática considera que el pueblo de México tiene el reto de elevar la calidad de la participación ciudadana a la altura de la calidad democrática que se le ofrece. O dicho en términos más categóricos: posee una propuesta democrática de calidad superior a la calidad de su participación ciudadana.

Existen muchos tipos de gobierno. Desde las tiranías, monarquías, totalitarismos militares, aristocracias, hasta diferentes modelos de organización democrática. La democracia ha sido la forma más adecuada para desplegar la soberanía ciudadanía. Así, el sentido verdadero de la ciudadanía, más allá del sentimiento nacionalista de un gentilicio, consiste en la capacidad de autogobierno mediante la participación activa en la vida pública. Por ende, la ciudadanía no es sólo la posesión de la soberanía personal (la posesión de sí mismo para asociarse, organizarse y decidir la forma de vida) que se delega a través del sufragio, sino, como dice Cantú, es “El derecho y la disposición de participar en una comunidad, a través de la acción autorregulada, inclusiva, pacífica y responsable, con el objetivo de optimizar el bienestar público.

En consecuencia, la verdadera ciudadanía sólo puede ejercerse en una comunidad que permite la participación, es decir, la democracia. Así, el quehacer democrático retroalimenta la condición de la propia ciudadanía. Con lo cual puede comprenderse, en palabras de Morin, que “…la democracia se funda sobre el control del aparato del poder por los controlados […] en este sentido la democracia es, más que un régimen político, la regeneración continua de un bucle (sic) [un ciclo, una espiral] complejo y retroactivo: los ciudadanos producen la democracia que produce los ciudadanos”. Luego entonces, si la tarea ciudadana es producir democracia para que ésta a su vez genere ciudadanos; ciudadanía y democracia no son realidades dadas y consumadas, sino fenómenos siempre en construcción. No obstante, también están en peligro de extinción si la participación ciudadana no edifica un régimen democrático o si la organización democrática no promueve la actividad ciudadana.

La sustentabilidad establece un marco referencial para evaluar la calidad de la democracia y de la ciudadanía. Aunque las tres nociones están relacionadas y poseen implicaciones parciales, la sustentabilidad posee su propia especificidad. También existe una diferencia entre la sustentabilidad democrática y la sustentabilidad política, pues mientras ésta puede perpetuar una aristocracia o dictadura como tipos de gobierno, la sustentabilidad democrática está constituida por los elementos que evitan la extinción de la soberanía ciudadana.

La sustentabilidad democrática consiste en las estructuras que posibilitan y hacen perdurar las prácticas soberanas de los ciudadanos. La consolidación ciudadana se alcanza en la medida que se institucionalizan los mecanismos de participación y se evita la opresión.

“Las caras de la opresión”, en clave política, son contrarias a la sustentabilidad democrática. Parafraseando a Fraser pueden sintetizarse en cinco. La marginación, entendida como la exclusión de la participación a tomar decisiones sobre las políticas públicas; la explotación, visualizada como la desviación del trabajo ciudadano en beneficio de sólo algunos o de los representantes políticos y no del bien general; la falta de autonomía, en cuanto se está sujeto a un poder ajeno que toma decisiones públicas al margen de la voluntad general electoral; la estereotipación o colonialismo inculturizante, que criminaliza a quien no está alineado con el régimen y la violencia u hostigamiento, que pueden variar desde la prisión política y la desaparición forzada hasta las intimidaciones y obstáculos durante los procesos electorales. Por tanto, en una consecuencialidad simétrica, la democracia se pone en peligro de extinción cuando;

La participación se empobrece o reduce a sistemas de representatividad débiles; existe escasa capacidad para estructurar los intereses ciudadanos; las organizaciones no gubernamentales y las instituciones autónomas, descentralizadas y judiciales no son fuertes; en los parlamentos hay ineptitud para adoptar posturas incluyentes, deliberativas, negociadoras y multiculturales.

REFLEXIÓN: Cuidado a quien pises para subir porque quizás te lo encuentres al bajar.

CD/GU

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